lunes, 7 de mayo de 2012

El consenso imprescindible. España en peligro.

Azotados por las circunstancias y desorientados por la falta de antecedentes a la hora de hacer frente a una situación como la que vivimos, parecemos olvidarnos de qué es lo que correspondería hacer para colaborar en la búsqueda de soluciones al mayor problema que los españoles y los europeos han afrontado desde el final de la guerra, la civil, en nuestro caso, la mundial, en el del resto del continente.

Hace unos meses veíamos la evolución de Grecia, con ocasión de la negociación de su segundo rescate. Asistíamos, con una mezcla de distanciamiento y cierta altanería, a la situación en que nosotros mismos parecemos entrar ahora, justo en este momento. 

Cuando veíamos a los conservadores, los responsables del ocultamiento y del engaño en las cuentas griegas que el socialista Papandreu se vio en la obligación de sacar a la luz, provocando con ello la crisis de deuda soberana que como un tsunami se extendió por el resto del continente y de las economías de la zona Euro, decimos, pues, que cuando observábamos al partido responsable del engaño aprovecharse sin sonrojo de la imposible situación en que quedaba el gobierno socialista griego al tener que hacer frente a una economía intervenida por la UE y el FMI, sentíamos que la irresponsabilidad, la ausencia de generosidad y también, por qué no, la desfachatez de los autores de este tremendo lío en que andamos metidos debía ser puesta de manifiesto.

Acusábamos a los conservadores griegos de introducir a la Unión en una espiral cada vez más peligrosa de desestabilización y progresivo debilitamiento que podría acabar afectando al resto de economías europeas con algún desequilibrio en sus cuentas - nada extraño por otra parte en la situación vivida por la economía mundial en estos últimos años, EE.UU. los tiene, como Bélgica, Francia, Holanda, ..., no estamos hablando sólo de los países del sur -. 

Acusábamos a los conservadores griegos de irresponsables, porque siendo los causantes de la tormenta, su obligación sería colaborar en apagar el fuego cuanto antes en lugar de esperar a que el bombero se chamuscara y pereciera en el intento.

Acusábamos, en definitiva, a los conservadores griegos de estar dispuestos a dejar que el país se hundiera antes que colaborar de forma responsable en la estrategia de salida que la UE marcaba. 

Ninguna palabra entonces se oía en nuestro país respecto a las draconianas medidas que la UE adoptaba en Grecia como consecuencia de estar intervenida su economía, más bien al contrario, movidos por el temor a que el contagio se acabara extendiendo a nuestra propia economía, asustados ante el pánico que una posible intervención de nuestro país pudiera desatar, exigíamos a Grecia, a su gobierno y a la oposición, que actuaran con responsabilidad y que cumplieran las condiciones del rescate.

El desenlace es conocido: Papandreu, preso de la contestación de la calle y del rechazo de la mayoría de sus ciudadanos, propone un referéndum para la aprobación de las medidas a las que la UE condicionaba las cantidades del segundo rescate; la UE exige un gobierno de concentración nacional, con el gobierno y la oposición de la mano, para asegurarse que se toman esas medidas; y, como colofón, se celebran elecciones generales para que salga elegido un nuevo gobierno.

Al final, ha ocurrido lo que los libros dicen que ocurre en estos casos. Parece casi increíble, pero tan sólo hay que mirar a lo sucedido en aquellos lugares en que se han enfrentado a crisis de deuda en el pasado, como América Latina en los años 80 del siglo XX: contestación en la calle;  llegada de los extremismos y populismos al poder o a su antesala; propuestas de impago de la deuda que conforme crecen las dificultades y las tensiones sociales acaban defendiendo todos los partidos; décadas perdidas, sin crecimiento y con aumento de la pobreza y de la marginalidad; asonadas militares ...

O qué decir de los años 30 en Europa ... Es aquí donde estamos, no conviene que miremos hacia otro lado por más tiempo. La situación no es mejor que la que nos llevó a la firma de los Pactos de La Moncloa en la Transición. En aquél momento todos nos pusimos de acuerdo para que la crisis económica de los años 70, las sucesivas crisis del petróleo, no se llevaran por delante la construcción de nuestra democracia.

Sabemos que Rajoy mentía en la oposición, que todo el PP lo hacía. Al igual que a los consevadores griegos, su comportamiento entonces fue insolidario, desleal con el país y ventajista. Y por ello pagarán su precio. Pero, al igual que en otras muchas ocasiones, es al Partido Socialista al que le corresponde aportar responsabilidad y sentido de Estado, sentido de país y del bien común. Puesto que la derecha nunca ha demostrado en su trayectoria que le adornaran estas virtudes, a nadie debe sorprender que ahora también dejaran pasar la ocasión sin hacerlo. Pero esto ahora no toca. No es momento para pasar cuentas, ya lo haremos.

Ahora, como en la Transición, incluso con más razones, lo que toca es Pacto. Un gran acuerdo nacional que ponga a salvo nuestro sistema de protección social, nuestro modelo de civilización, en definitiva, con la responsabilidad propia de quien sabe también que hay que hacer sacrificios, pero con la convicción más justa de que a quien más le toca hacerlos es a quien más recursos tiene para asumirlos.